El señor Bregg / Cuento

Es notable el caso del señor Bregg. Desde hace unos años se encuentra en una especie de catalepsia o coma. Lo mas notable, por extraño que parezca, no es su estado actual, sino la forma en que llegó a eso.

El señor Bregg se encontraba junto a su esposa cenando en un restaurante del centro.

Esa noche en el escenario del lugar había un número al que la pareja no había prestado mucha atención. La persona se hacía llamar «El magnífico algo…», y su presentación se basaba en trucos de magia ya vistos.

En un momento la señora Bregg le pidió su marido que levantara la mano. Eso le pareció gracioso ya que el señor Bregg estaba respondiendo al llamado del «Magnífico» a participar de un nuevo truco. Solo que su marido no le estaba prestando atención.

Entre risas y confusión, el señor se levantó de la mesa, camino hasta el escenario donde fue recibido con algunos aplausos tímidos, y con la benevolencia del prestidigitador.

El sujeto anunció con pompa y algunos accesos de tos, que el siguiente truco no sería tal, sinó que se trataría de hipnotismo. De repente, la gente que poca atención le prestaba, giró para ver de que se trataba. Quizás esta sería la oportunidad que muchos buscaban, de que el «show» al fin termine y puedan comer en paz.

Le pidió al señor Bregg que se concentrara en las palabras que diría al tiempo que lo mirara fijamente a sus ojos sin parpadear. Hizo dos pases, dijo dos cosas y un asistente se acercó por detrás del señor para tomarlo de la espalda mientras el Magnífico lo empujaba hacia atrás suavemente empujándolo por la cabeza.

El Magnífico tosío tres veces y luego se frotó el brazo izquierdo.

Se dió vuelta, dirigió su mirada a los espectadores, alzó la mano derecha pidiendo un silencio que ya estaba establecido, y luego giró para dirigirse al señor Bregg. Con la mano aún en alto, le pidió suavemente que levante la mano derecha. Durante dos segundos no pasó nada. El señor Bregg parecía no reaccionar. De repente, lentamente levantó el brazo. El publicó aplaudió tímidamente. En respuesta de eso, el Magnífico tosió.

Luego volvió a toser. Luego le pidió al señor Bregg que baje el brazo. Y volvió a toser. Y luego se frotó vigorosamente el brazo izquierdo.

La gente se revolvió molesta e incómoda en su asiento mientras el Magnífico tosía y tosía.

Hasta que hizo una maniobra inesperada por todos. Sobre todo por la gente del restaurante. El Magnífico cayó al piso tomándose el pecho con la mano derecha. El silencio del público duró un segundo eterno el cual fue roto por unos pasos acelerados subiendo al escenario, al grito de «llamen a un doctor».

Desde su asiento, la señora Bregg solo pensaba en su marido. Se encontraba entre sorprendida y raramente preocupada. Su marido yacía junto al Magnífico y, al igual que él, tampoco se movía.

Afortunadamente el señor Bregg solo estaba hipnotizado.

Y el Magnífico muerto.

Ruben Pouquette

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