Obscuridad / Cuento

Abrió la puerta no sin dificultad. Era la primera vez que la cerradura andaba mal, pero no le extrañó. Recordaba haberse quejado un poco al comprar la casa, aduciendo que «la construcción en serie solo hace mas infelices a la gente, y encima los materiales son de pésima calidad».

El barrio podría haber sido cualquier otro, pero a ellos se les ocurrió comprar en uno recién estrenado: todas casas similares, dispuestas una al lado de la otra. Como casas de perros. Como esos habitáculos donde algunos asiáticos duermen en los aeropuertos.

Y esta noche se parecían aún mas debido a que el suministro eléctrico había fallado en todo el barrio, quizás debido a la tormenta que caía y, siendo muy tarde de madrugada, mas las dos o tres copas de que había tomado sin cenar.

A tientas guardó la llave en el bolsillo de su pantalón, y subió desvistiéndose lentamente a la habitación.

Adivinando los lugares, como cuando jugaba de pequeño, con los ojos vendados, se acercó a la cama y se metió de su lado. Pensaba ordenar al día siguiente toda la ropa que había dejado tirada alrededor.

Y también cambiar la cerradura para que no vuelva a trabarse la llave.

Suavemente empujo a su esposa y la respiración de ella pareció entrecortarse y lentamente se corrió hacia donde el la empujada.

A contraluz de un relámpago pudo notar el cabello enmarañado de alguien que ha estado durmiendo. A contraluz el tono del cabello negro pareció mas claro. A contraluz las cosas parecían otras.

El se durmió y soñó con el perfume que ella se había puesto.

Ella dio dos vueltas suaves, como para no espabilarse demasiado, y ya no pudo dormir. En su cabeza daba vueltas la idea que esta vez si, el había vuelto para quedarse con ella para siempre.

Y que sus suplicas de pelirroja religiosa habían sido escuchadas. Aunque hayan pasado varios años desde el accidente.

Ruben Pouquette

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